jueves, 5 de mayo de 2016

lalalala

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e alegro que te sirviera lo que mande, perdón si era demasiado. 
Hable con Julián y me dijo lo mismo, así que me puse a buscar libros de historieta latinoamericana, pero no encontré nada muy pertinente todavía (o muy viejos para lo que pide la revista) . Me gustan tus propuestas, de hecho había pensado enatrapados por la imagen y el de Mafalda que lo tengo, pero como creí que era mejor obviar Argentina los había descartado (creí que por eso humor político en tiempos de represión de Levín quedaba descartado). 
En resumen y para no atrasarla más hago la reseña de Mafalda, que ya lo tengo y puedo empezar cuanto antes. Si encuentro uno mejor en pocos días te aviso. 
Gracias y perdón por la demora
Saludos!

jueves, 12 de abril de 2012

20 de diciembre

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El 10 de diciembre de 1983, con la asunción de Raúl Alfonsín, comenzó una nueva etapa en la historia argentina. La salida de la dictadura más feroz de nuestra historia le abrió el paso a una transición democrática. Esta democracia era todavía muy frágil. Estaba acechada por los levantamientos de los militares “carapintadas”, en reacción a los juicios sobre la participación de los miembros de las Fuerzas Armadas en el golpe. Si se observaban los últimos cincuenta años de historia, nuestro país había sufrido seis golpes de Estado, además de varios intentos fallidos. Por último, como consecuencia de la dictadura, la antes politizada población argentina miraba ahora con descrédito la participación política (pensemos en la lamentablemente mítica frase “algo habrán hecho” o la “teoría de los dos demonios”), agudizándose esto con el fin de la “primavera alfonsinista”, a partir del cierre de los juicios en 1987.

La hiperinflación hizo adelantar el cambio de gobierno entre Alfonsín y Carlos Saúl Nemen. La salida económica a esta crisis, con Domingo Cavallo en el Ministerio de Economía (como en los últimos años de la mismísima dictadura), y su “uno a uno” (un peso argentino igual a un dólar) parecieron colocar a la Argentina en el “Primer Mundo”. Mientras permanecía en la sociedad argentina esta sensación, otros temas parecían perder importancia. Se aprueba el indulto a los militares condenados en el Juicio a las Juntas y se privatizan las empresas de servicios públicos en paralelo a un proceso de desindustrialización, dejando sin trabajo a una parte importante de la población. A pesar de todo esto, el presidente, reforma constitucional mediante, es reelecto en 1995. 

La reacción de la población se puede fechar en el siguiente año, a partir de dos acontecimientos. Por un lado, la multitudinaria convocatoria del 24 de marzo, en ocasión de los 20 años del golpe del ’76, y con una presencia activa de la agrupación H.I.J.O.S. Y por el otro lado, la pueblada de Cutral-Có en la provincia de Neuquén. Este pueblo vivía casi totalmente en base a la actividad de la petrolera YPF (Yacimientos Petrolíferos Fiscales). Cuando se vendió la empresa a capitales españoles, los trabajadores despedidos, en su mayoría de mediana edad, recibieron una compensación económica que les permitió hacer una inversión en algún emprendimiento familiar. Pero la dinámica de la población estaba rota por el desempleo y los diferentes emprendimientos iban a fracasar en casi la totalidad. Eso lleva a diferentes sectores sociales a converger en la masiva protesta. Situaciones similares se van a vivir en las ciudades salteñas de General Mosconi y Tartagal, también donde había habido una presencia fuerte de la petrolera. Además de estas regiones, el sur y el oeste del conurbano bonaerense también son escenarios de una cada vez mayor desocupación. Como ya hablamos en un artículo anterior, la “novedad” de estas protestas es el piquete en la ruta (resignificación del piquete en la entrada de la fábrica), el método asambleario y que es llevada adelante, no por trabajadores en busca de algún tipo de mejoras, sino por trabajadores desocupados reclamando por trabajo digno.

El auge de estas nuevas luchas en contra del modelo neoliberal y la globalización se produce en la rebelión popular del 19 y 20 de diciembre de 2001; cuando a los sectores desocupados se les suman las protestas de gran parte de la clase media (sobre todo en la ciudad de Buenos Aires), que reacciona a la medida de “corralito” financiero, impuesta por el nuevamente Ministro de Economía Cavallo, que impide la libre disposición de los dólares depositados en los bancos.

El 19 y 20 de diciembre no significan sólo eso, sino que es un cambio cualitativo en la etapa democrática. La multitud, aún guiada por una fuerte oposición a los políticos (el canto “que se vayan todos”), participa activamente y se gobierna a sí misma. Desconoce el estado de sitio decretado por el presidente De la Rúa y ocupa durante casi dos días la Plaza de Mayo, enfrentándose a la represión policial. Obliga a renunciar a Cavallo y al presidente, que tiene que abandonar la Casa Rosada en helicóptero, para evitar enfrentar a la indignación popular.


El 2001 fue interpretado como una crisis de los partidos políticos o del sistema de partidos tradicional. Esto no se contradice con plantearlo además, como una maduración de la democracia argentina: el  cierre de la “transición” y el comienzo de la consolidación democrática. A pesar del descenso de las luchas y la "normalización" (tanto "natural", sobre todo en la mayoría de la clase media, como a partir de la represión policial, con la Masacre de Avellaneda del 26 de junio de 2002 como momento más álgido), igualmente hay un cambio radical en esta etapa, en la cuál no sólo hay una clase política profesional, sino que también el pueblo hace escuchar su voz y se acerca nuevamente, después de veinticinco años, a la política.

miércoles, 24 de noviembre de 2010